Por primera vez el papa Francisco lavó y besó los pies a 12 presidiarias en el ritual tradicional que conmemora la Semana Santa y que usualmente se realiza a hombres en situación vulnerable o en prisión.
El Sumo Pontífice se trasladó este jueves a la prisión romana de Rebibbia, en una zona marginada a las afueras de Roma.
Ahí presidió la misa de Jueves Santo ante decenas de reclusas, guardias, capellanes y funcionarios reunidos en una zona al aire libre de la sección femenina del penal.
Desde su silla de ruedas, lavó y besó el pie derecho de las mujeres, quienes estaban sentadas en una grada.
Se trata de un gesto de humildad, que remite al acto que realizó Jesús a sus apóstoles en la Última Cena, la noche antes de ser crucificado.
La sección femenina de la prisión, una de las más grandes de Italia, alberga a unas 370 mujeres privadas de la libertad.
Varias de las presidiarias eran extranjeras y algunas lloraron durante el ritual.
Desde su elección, el Papa ha llevado esta ceremonia fuera del territorio vaticano y la ha celebrado lavando los pies a presos, refugiados y discapacitados.
A lo largo de los años, Francisco lavó los pies a mujeres y musulmanes, pero ésta es la primera vez que en la ceremonia del lavatorio de pies solo participan mujeres.
En los primeros años de su pontificado, el Papa cambió las normas eclesiásticas para incluir oficialmente a las mujeres en la ceremonia, una medida que encontró resistencia en el Vaticano.
Su predecesor, Benedicto XVI, solo lavaba los pies a los hombres, y más tarde pasó a lavar únicamente los pies de los sacerdotes.